Cuando me desperté ya no estaba en la cama,
estaba tumbado sobre una cruz en forma de x con tiras de cuero sujetando mis
tobillos, muslos, cintura, brazos, muñecas y la cabeza. No tenia nada encima ni
llevaba nada puesto, pero tenia una erección terrible. Al cabo de un rato la
puerta se abrió y la x se puso de pie. Entro una señora de unos cuarenta y
tantos, maquillada y con el pelo más bien corto y moreno, delgada. Iba bien
arreglada para los domingos, en plan ir a dar un paseo. Se sorprendió mucho al
verme.
-¿Quién
eres tú? ¿Qué haces aquí? ¡¡¡Bah¡¡¡
Salió muy enfadada. Yo no podía decir nada
porque tenía una mordaza en la boca. Volvió y me miro indignada. De arriba
abajo.
-¿Otro
amiguito de Mónica eh? ¡¡¡Te prestas a estas cosas eh¡¡¡ ¿Te gusta? ¡A mí me
parece que tienes mucho que aprender¡
Acto seguido sus frías manos cogieron mis
testículos y los dio un apretón.
-¿Te
gusta? Yo creo que debe ser que sí, porque no se te baja para nada.
Soltó mis testículos y fue a por mi
pene. Lo empezó a examinar
detenidamente. Después empezó a tocar el glande. Sin más salió de la
habitación. Tardo poco en volver. Tenía un estropajo en la mano. Después cogió
un instrumento de dar descargas de la pared. El instrumento tenia forma
alargada y curva. Me lo metió por culo y apretó el botón dándome una descarga.
Para terminar me puso un cordón apretándome los testículos. Mi erección no
bajaba y eso parecía desafiarla.
-Vamos
a ver lo que te pone esto. - De repente puso un trozo de esparadrapo en el botón
de dar descargas y yo me puse muy tenso. Agarro el estropajo y rodeo mi pene
sin echar ningún lubricante.
-Vamos
a ver si esto te gusta más que lo que te hace Mónica.
Empezó a pajearme con el estropajo puesto.
Era super irritante, es más, me estaba despellejando vivo. Las corrientes que
notaba en mi ano tampoco me estaban ayudando mucho. No podía moverme y ella empezaba a subir el
ritmo todo lo que podía. Entonces entro Mónica corriendo.
-¡¡No
te pases mama¡¡ ¡¡No te pases¡¡
Mónica aparto a su madre. Mi pene estaba sangrando por un montón de pequeñas
heridas. Me dolía bastante.
-¿Pero
que le has hecho? ¡Es mi primer exclavo¡ ¡¡Solo quería ver que te parecía¡¡
La
madre de Mónica la miro sin darle importancia a lo que acababa de hacer. Mónica
saco unas cremas y empezó a untarlas en mi pene. No habían desconectado el
aparato eléctrico, así que aquello empezó a parecerme más placentero.
-¿Pero
que le pasa a este chico? ¡¡No se le baja de ningún modo¡¡
-Le
hemos dado viagra. ¿Por qué has usado el estropajo tan fuerte? ¡No hacía falta
sobrarse tanto¡
-Me
apetecía jugar fuerte con él. Ya sabes que a mí me gustan los chicos fuertes.
-Pero
este es de los míos. A mí me gusta jugar más con ellos, no hacerles tanto daño.
-Si
me lo dejaras una semana le enseñaría yo todo lo que tiene que aprender, conocería
el dolor y aprendería que nosotras somos las únicas que debemos recibir placer.
Tiene que ser un exclavo.
Me dio miedo aquella mujer. Mónica
la escuchaba mientras vendaba mi pene. Me quería correr pero parecía más
ocupada en curarme bien de verdad que en darme placer.
-Mi
exclavo no es un exclavo voluntario. Ahora con estas heridas ya no le puedo
poner el cinturón de castidad otra vez. Además, no creo que él quisiera ser tu exclavo
ni loco.
Estuvieron un rato discutiendo, me
quitaron el aparato de descargas, y al final se fueron hacia otra habitación.
Me dolía el pene, no solo por las heridas, sino porque llevaba mucho tiempo
duro. Después solo volvió Mónica.
-Veo
que aun no se te ha bajado. Debe ser que me pase poniéndote viagra. El caso es
que no te voy a poder poner el cinturón otra vez. Pero creo que estos días te
has divertido con nosotras, así que espero que vuelvas aquí y sigas siendo
nuestro exclavo. Lo primero que quiero que sepas es que mi madre no volverá a
tocarte. Eso siempre que quieras no volver a verla, porque ella quiere tenerte
como exclavo. Aunque si tu quisieras pues te puedes ir con ella.
Me desato la mordaza y yo la
mire con cierto temor. Su mano bajo a mi pecho y ella la puso justo encima de
mi corazón.
-¿Qué
decides? ¿Volverás con nosotras y seguirás siendo nuestro juguete?
No sabía muy bien que
responderle. Era cierto que también me había divertido, pero más que nada había
sufrido.
-¿Qué
pasara si sigo siendo tu exclavo?
-Pues
que seguirás sometido a nuestros juegos, y te divertirás como hasta ahora.
-¿Y
si decido dejarlo?
Se acerco a mí, poniendo su cara
a pocos centímetros de la mía. Note sus pechos bajo la camiseta que llevaba
puesta.
-¿En
serio quieres perderte todo esto? ¿Ya no te gustamos?
-Yo
no he dicho que no me gustéis- dije un poco tembloroso- pero no me gusta todo
este juego. Preferiría que pasásemos a tener sexo normal.
Me miro, pareció un poco
pensativa, y entonces me empezó a quitar las vendas. Mi pene permanecía bien
duro. Volvió a coger un poco de crema y empezó a untarme otra vez. Lentamente y
de arriba a abajo. Quería correrme, pero también notaba pequeños aguijonazos
por culpa de las heridas.
-Yo
si quieres te dejamos en paz. Has sufrido mucho hoy, y he llegado a la
conclusión de que quiero un exclavo que quiera estar conmigo de verdad. Mi
madre tiene razón en eso. Debes estar dispuesto a sufrir por mí. Así que si
quieres serás libre.
Ella me masturbaba lentamente,
asegurándose de que la crema no provocaba ningún tipo de roce que me fuera a
hacer daño. Me estaba gustando mucho, pero por desgracia para ella, lo estaba
teniendo que hacer demasiado lento, y
podía mantener mi mente lo
suficientemente clara.
-Mira
Mónica, me encantas, y desde luego follas muy bien, pero eso es lo que quiero,
que follemos. Esto de ser tu exclavo no lo quiero - Mi voz se entrecortaba un
poco ante la estimulación.
Mónica cogió un poco más de
crema, y empezó a aumentar el ritmo.
-¿Seguro
que no echaras cosas como esta? ¡¡ Venga dime que te quieres quedar con
nosotras¡¡
-Mónica……oh…..yo………
-¡¡Dímelo¡¡
-Yo……..no………
Mónica siguió un poco más, y
justo cuando me iba a correr…..paro. Sentí una frustración enorme, más que la
del primer día cuando estaban todas y no me dejaron correrme. Después me dio
varias patadas en los huevos, gritándome por no querer quedarme con ellas, y
que desde luego no me iba a convertir en alguien que pudiera follarselas.
Cuando se calmo me volvió a vendar todo de nuevo. Esta vez con más cuidado, ya
que mis partes habían sufrido nuevos daños. Me dijo que no podría tocarme en
una buena temporada. Cuando me desato, mi pene ya había vuelto a su tamaño
normal, y sin dejar que me vistiera me echo por la puerta, tirando mis ropas
tras de mí.
Han pasado unos meses, y no
puedo evitar recordar aquellos pocos días en los que fui un exclavo. La verdad
es que desde entonces….el sexo no ha vuelto a ser lo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario